Duelo
Hoy las calles se cubren de vacíos y de ansiedades. La lluvia
inclemente, lágrimas del cielo, proclama ausencias y celebran despedidas. Me
alimenté de la nada, migajas de amor etéreo, pedacitos de beso, resquicio de
atención y de cordura, dos palabras y diez silencios en doce meses de uñas
mordidas y sonrisas esporádicas que se nutrían de probabilidad y de la alquimia
propia de las ganas que se instalan en las entrañas y se anclan en el alma de
quien se aferra a su rayito de luz y lo convierte en la estrella central de su
sistema solar, ahí donde los planetas convergen y giran a su alrededor, esos
planetas compuestos de oxígeno y culpas, hidrógeno y anhelos, nitrógeno y
planes, disculpas y abrazos sin destinatario, combates sin dolientes y una
tremenda carga de autocompasión.
Hoy las calles se cubren de miedo y del llanto de las nubes. El cielo
gris como una hoja de papel espera que yo escriba para ti un mensaje de esos
donde abundan las súplicas ocultas entre líneas y los silogismos, pero no
quiero, escuetamente diré que estoy triste y eso me deja fuera del juego, libre
de tu influjo y aferrada a mi pasión por dramatizar nuestra vida, ubicarte en
escenarios donde regresas y desdibujas mis premisas para que estar equivocada
sea la mayor de mis virtudes.
Hoy las calles, mi cielo, se cubren de ti, de ti y de este duelo que
cual viuda de cuento he decidido hacer para acabar con nosotros y con los
rezagos de historia que se me quedaron en los bolsillos por contar. El aire que
me falta porque me faltas y el que respiro por inercia para sobrevivir hoy es
más denso pero es el mío, y mientras seas un tropiezo y te escriba otro
desvarío, de mí y de mis cargas te libero y hasta me río, porque hoy las calles
se cubrieron de lluvia, pero yo me estoy muriendo de frío.
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